lunes, 19 de septiembre de 2011

Aprendiendo de la tele

Dependiendo de cómo se mire (y sobre todo de qué se mire), la televisión puede resultar una fuente inagotable de conocimiento o un medio con una altísima capacidad para idiotizarnos. Pero más allá de la utilidad que podamos o no sacar al contenido de la oferta televisiva actual, he de aceptar que algo he aprendido de la tele en los últimos días.

Desde hace unos meses, la productora televisiva Tinta China, filial de La Fábrica de la Tele, ha estado desarrollando un proyecto, llamado El Comecocos, que busca encontrar al “orador perfecto”. Como plataforma para ello, un
reality show que busca enfrentar a los participantes midiendo sus dotes de oratoria y debate hasta seleccionar a un ganador.

Tan pronto como me enteré de las bases iniciales de la convocatoria, me puse manos a la obra (enlace a mi candidatura). Tras poco más de un mes, habiendo superado la primera prueba, me vi volando a Barcelona para presentarme al casting que determinaría mi participación en el programa piloto y mi (potencial) entrada al mundo de la farándula. Tras nueve días de expectativa, todo un viernes de zozobra y emociones algo dispares, llegó el batacazo final con un listado de finalistas en el que no me encontraba.

Algo desilusionado al inicio aunque no del todo sorprendido en una siguiente instancia, he aprovechado la oportunidad para reflexionar y aprender de lo acontecido. Éstas son mis reflexiones:

  • Toda experiencia suma. De Darren LaCroix aprendí a no pasar por alto ninguna oportunidad de estar "sobre el escenario" ya que es la única manera de crecer como orador. Y, si bien perder no me gusta, habría perdido más si no me hubiese presentado al concurso. Logré clasificarme a la siguiente ronda y eso ha sido un logro y, a pesar de que el proceso ha terminado para mí, la experiencia ha sido provechosa. Además, el solo hecho de haber estado a un casting televisivo hace que el proceso haya sido interesante.
  • No todos los públicos son iguales. A raíz de mi experiencia con Toastmasters, la mayor parte de mis discursos ha sido en inglés y/o dirigida a grupos de culturas anglosajonas. Una diferencia fundamental entre los públicos anglosajones (principalmente americanos) e ibéricos (particularmente españoles), es el énfasis, la energía depositada por los ponentes en sus charlas. Se trata de un nivel de entusiasmo que raya en lo teatral. En España, tanta emoción puede restar credibilidad al orador y a su contenido. Esta realidad la he vivido en primera persona en varias ocasiones y una vez más en el casting. Me recuerda la importancia de investigar previamente al público receptor del discurso y adaptarlo a éste, tanto en contenido como en puesta en escena.
  • Lo importante es el público. En línea con lo anteriormente expuesto, de nada sirve ser un crack en lenguaje corporal, en modulación vocal, en contacto visual o en el uso de las figuras retóricas, si no se es capaz de conectar con el público. El discurso debe estar concebido por y para el público y el orador debe tener esto en cuenta desde antes de comenzar a escribirlo hasta incluso después de despedirse de su audiencia. Entre medias, hay que luchar en todo momento por derribar la barrera emocional y psicológica que separa al uno de los otros. Una pista: Comencemos por tratar aquellos puntos que nos unen a la audiencia.
  • No todos los oradores casan con todos los temas. Un buen orador debe ser capaz de tratar cualquier punto en escena de forma clara, coherente y amena. No obstante, hablar en público busca, entre otras cosas, alcanzar las emociones ajenas en busca de un resultado. Para lograr esto, uno debe creer firmemente en aquello que presenta porque, de lo contrario, el resultado quedará muy lejos de ser satisfactorio. Y si para determinados temas hay perfiles determinados de público, ¿puede que no todos los oradores estén hechos para tratar con todos los públicos? No me parece descabellado...

En resumen, la experiencia fue novedosa, provechosa y muy divertida. Aunque si realmente es cierto que lo que pretende el programa es encontrar alternativas a la fauna política que padecemos, mejor no haber alcanzado la siguiente fase porque no veo muy claro el éxito en las urnas españolas de un candidato domínico-francés.