jueves, 27 de enero de 2011

Improvisar (Primera parte)

Si nos pidiesen que hiciésemos una breve disertación sobre La inmortalidad del cangrejo, Cursos de contorsionismo por correspondencia o sobre Los avances en materia de teletransportación en Atlántida, ¿seríamos capaces de hablar con cierta coherencia y soltura, pudiendo salir del paso, o nos quedaríamos pálidos y estáticos como si se tratase de conversar en arameo?
A diario, nos vemos bombardeados con preguntas, peticiones, argumentos y reproches que requieren de nosotros, no sólo una mínima riqueza de vocabulario para poder contestar, sino también de la capacidad de pensar en frío y al instante de una manera rápida y organizada que nos permita responder inteligentemente. En su libro "El camino fácil y rápido para hablar efectivamente", Dale Carnegie establece que la capacidad de organizar nuestras ideas y hablar sin pensar es aún más importante que la de hablar sólo tras una larga preparación. Desde un punto de vista pragmático, tiene toda la razón. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto defendernos ante ataques verbales y contestar adecuadamente a preguntas difíciles y/o con doble intención?

Según Wikipedia, la "improvisación" es el hecho de transmitir de forma espontánea una idea o sentimiento a través de la imaginación y la aplicación de recursos de la materia en cuestión. Es realmente "arte" cuando los recursos muestran con lujo de detalles un dominio del arte emprendido y un balance perfecto de ideas en el desarrollo y desenlace de lo transmitido.

¿Quiere esto decir que si somos excelentes improvisando podemos ser catalogados como "artistas", mientras que un nivel medio o bajo en lo que a habilidades de improvisación se refiere indica que somos "humanos corrientes"? Y si es así, ¿puede un "humano corriente" convertirse en "artista"? (Preguntas retóricas...) Sin lugar a duda, muchas personas nacen con la vena artística bastante bien desarrollada lo que les facilita llegar a un nivel dialéctico avanzado muy rápidamente, pero creo y defiendo que "artista" no sólo se nace, también se hace.

En otras palabras, todo el que tenga un cociente intelectual normal puede pronunciar un discurso improvisado corto sin avergonzarse; en algunos casos podría incluso hacerlo maravillosamente. De todos modos, lo ideal sería poder hacerlo bien consistentemente. La clave de esto está en la práctica.

Pregunta: ¿Cómo practicar? Primeramente, uniéndose al club de Toastmasters más cercano. No obstante, y si bien practicar en Toastmasters asegura un aprendizaje acelerado, es cierto que la frecuencia de práctica será de, como mucho, un par de veces al mes. Pero hay alternativas. De niño, cuando se iba la luz (sí, en República Dominicana se va la luz), mi madre nos entretenía a mi hermano y a mí jugando a contar cuentos de forma encadenada. Uno comenzaba a relatar y paraba cuando le apetecía, dando paso a que el siguiente continuara y pusiera su toque personal de creatividad, encadenando las ideas anteriores con las propias, y así sucesivamente. ¿Qué beneficios ofrecía esto? Divertirnos, desarrollar nuestra capacidad de inventiva y acostumbrarnos a pensar rápido. Lástima que no continuáramos con tal práctica durante la adolescencia. ¿Alguien se anima a acompañarme en una sesión de cuentos en cadena?

En el siguiente enlace, pueden encontrar otro método divertido para practicar y desarrollar ese "artista" que todos tenemos en potencia. Hacer clic aquí.